Una tarde de lectura en San Sebastián del Oeste

Los Escritores de México Luis Sandoval Godoy.- PARA LLEGAR a San Sebastián del Oeste hay que subir al cielo: escalar una cadena de montañas, salvar abismos y atravesar ríos caudalosos; ascender más y más, una cumbre y luego otra, bordear por despeñaderos de escalofrío, y luego explayar el alma y tender la vista emocionada encima de horizontes que quedaron abajo. Ahora se va a San Sebastián tomando rumbo hacia Ameca y por allí al camino que algún día llegará a la costa. La carretera llega hasta el crucero de Talpa; desde allí hay que seguir por una terracería, a veces huracanes de polvo, a veces resbalosos y peligrosos lodazales, hasta la señorial ciudad de Mascota.

De allí emprender de nuevo la ascensión en un recorrido de tres horas. La brecha se angosta en gargantes cerradas de vegetación. Abajo la profundidad brumosa del precipicio; arriba, las nubes en hervor de blancura o tal vez con un viento helado en el cual se mecen como en una hamaca, las fragancias del bosque. Con todos los hallazgos del camino, ninguno como el hallazgo mismo de San Sebastián, en aquellas últimas cumbres de la sierra, mal asentado sobre unos riscos y desniveles donde brincan y suenan los arroyos.

Se dice que este pueblo, en tiempos de su esplendor minero, llegó a contar con 20,000 habitantes, mientras hoy tendrá apenas un millar de moradores, en un caserío que se desparrama por las faldas de las laderas que convergen al arroyo que pasa por en medio. Todavía quedan viviendas deshabitadas y ruinosas.

Un documento del año 1600, cuando San Sebastián ya figuraba en los mapas de la Nueva España, dice del Real de Hostotipac, uno de los yacimientos más ricos de la zona:

“Hállase este Rial en la sima del cerro que tiene una Bufa muy alto y encumbrada y sumamente frígido su temperamento y muy nebulosa; muchos afirman que es el cerro más alto que tiene el Reyno de la Nueva Galicia, tal que los marineros de la Gran China le llaman María. 1 es una de las señas que siguen para seguir el camino que lleva para Acapulco… “ Hoy San Sebastián del Oeste, aferrado a las huellas de su grandeza, se compone de un hermoso caserío que todavía conserva las comodidades que podían disfrutarse en mejores tiempos; todo eso y los suspiros de los ancianos que alcanzaron a ver en su juventud, los resplandores de la mayor prosperidad.

San Sebastián es eso ahora, un pueblo donde rondan los recuerdos como ánimas en pena; un pueblo que se quedó solo y en su soledad sigue diciendo lo que fue; lo sigue diciendo al viajero que se anima hasta sus cumbres; lo dice con palabras entrecortadas, con el balbuceo trabajoso de los hombres casi centenarios que moran bajo aquellos tejados ennegrecidos por el tiempo y la humedad de la sierra. Hay que ir a las fiestas de San Sebastián, ahora en la solemnidad litúrgica del noble patricio romano que murió asaeteado por confesar la fe cristiana. Pero hay que ir al pueblo llenos del respeto que el lugar merece; porque no vaya a suceder que la afluencia de visitantes turbe su silencio y empañe su inocencia. Si así ha de ser, mejor que siga en su olvido, mejor que permanezca en la pureza de su abandono, como un remanso que se quedó escondido entre montañas, lejos del alboroto de nuestros siglos.

Bienvenidos a San Sebastián del Oeste gracias Don Luis Sandoval Godoy por este pasaje que nos permite una muy agradable tarde en la Sierra de Jalisco.-

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